Artist Parisicilia

Texts – Short Stories

El presente

El presente

Vi pasar a aquel hombre con sombrero y sin zapatos, tarareando uno, dos, tres, cinco, seis, cuatro. El margen que determinaba la mirada de aquel hombre era su caminar desconcertante, su paso era danzante, en tres segundos contaba todos sus gestos con el bastón acabado en cabeza de león, elegante, disfrazaba el taranteo de la copa del sombrero a cada salto dejándolo caer, el pensamiento de raíz, curiosamente, un filamento de vidas coordenadas lo dirigía, su movimiento aparecía de piedra, en cada esquina. Estaba cruzando el espacio con camisa blanca, limpio como la gloria en faldas de montaña, (era verano) pero ¿dónde estaban sus pies? (Ese hombre era hombre imaginario). ¿Hacia dónde caminaba aquel Sr. Mes de Julio?

Del estado pensativo flotó la solución, el mago de mi abuelo gesticulándome en la mente, apareció gracioso con la mandíbula y la lengua en movimiento desde el exterior, parlamentando una de sus primeras lecciones:-Con un seis y un cuatro, aquí tienes la cara de tú retrato. Me dije, me voy a tomar mi tiempo.

Las moscas espantadas por la edad se mantenían en el aire lúcido, en el que los niños estaban jugando. Yo estaba escribiendo, fue en aquel momento, observando su ordenado movimiento en la órbita de la hierba, que el sudor bajo la camisa de lino cien por cien negra, se hizo real y fresca junto al olor personificado del Galán de noche, que vestía el fin de la tarde, de azul Van Bogué, las caras de las flores silvestres del norte, movían sus cuellecillos, al viento zapateando y palmeando: -No te vayas todavía, no te vayas por favor, que hasta la guitarra mía, llora cuando dice adiós. No se dormían  bajo la tierra, era verano y se quedaban de día y de noche al aire, eran como niños y niñas jugando al corro de la patata.

-Ana, ¿dónde estás?-¡Aquí!-¡Te llaman al teléfono! -gritó Elvira, con su voz indescriptible, desde el fondo del jardín-.  Ana corrió hacía la casa. -¿Sí? Dígame. -Soy tu tía Amanda. -¡Hola tía!-Acabo de revisar tu cuento. -Y ¿Qué tal? -No puedo decirte nada más. -¿No puedes comentar algo sobre el texto? ¿Qué te pareció?-Te doy un consejo: deja de escribir y hazte profesional del lenguaje, así podré ayudarte en el futuro, e intentar ofrecerte un puesto de trabajo como profesora en la escuela. -Gracias tía, lo pensaré, pero ya sabes que…-Tu sentido del humor es horripilante, con los tiempos que corren, me dejas anonadada, no lo pierdas más (el tiempo digo). ¡Piénsalo bien!-Sí, lo pensaré tía Amanda, ¡gracias a Dios! -¡Adiós!Pensé ante esa perspectiva lo mismo que siento ante la idea de cualquier experimento en el que hayan de tomar parte fetos humanos. De la misma manera, es difícil idear el modo de impedir esta clase de situaciones si existe una acusada ausencia de disciplina en los actos de los propios individuos.

El Sr. Julio desapareció para convertirse en la Sra. de Agosto. Ana volvió a salir al parque húmedo con los pies desnudos y siguió escribiendo su carta. Elvira no dejó de ser un árbol con sólo dos ramas, que nunca hablaba, y la comunicación con mi tía Amanda eran sólo palabras tejidas para el viento trágico. Los niños seguían cogidos de la mano, rodeando el árbol de Elvira, daban vueltas a su tronco cierto, esperando la caída de las hojas secas y leer el mensaje de la fotosíntesis grabada en la piel deshidratada de las plumas del mañana, no eran niños, eran ángeles.

Ana estaba escribiendo, pintando, fotografiando, escuchando música, imaginando a sus padres, a sus amigos, había vivido en un recuerdo, en el futuro o estaba levitando entre las letras, ¿Era un fantasma instalado? ¿Era el teatro circular? ¿El alcohol en un colchón? ¿Un sueño amontonado? ¿Una canción diletante? ¿Un nacimiento arqueológico? ¿Un bebé?(Era el presente). Los ángeles no existen, entonces Nada había existido. ¿Pero como podía narrar la actualidad si no lo era?

Lo estaba imaginando todo a la luz de nuestras pupilas que se van y regresan a una velocidad presente.

Calidoscopio, Madrid

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